martes, 27 de septiembre de 2016

¿Qué es el método socrático?



El método socrático es uno de los enfoques educativos más antiguos. Persigue la enseñanza junto al desarrollo del pensamiento crítico. Su principal característica es la eliminación de pretensiones de certeza con el objetivo de animar a una comprensión más profunda de un tema en particular. Básicamente, hay que cuestionarlo todo sin dejar ninguna situación por investigar.

El método socrático debe su nombre a Sócrates, un filósofo de la Antigua Grecia que nació en Atenas en el año 470 a. C.. Una de las características más conocidas de la personalidad de Sócrates era la implicación de los demás en conversaciones que intentaban definir ideas generales complejas, como puede ser la idea de belleza, justicia, o amistad, a través de la discusión de sus ambigüedades y complejidades. Durante sus conversaciones filosóficas, Sócrates ponía en duda prácticamente cualquier enfoque sobre el tema tratado, aún cuándo tuviera relativamente un gran conocimiento sobre él. Este cambio de rol se conoce como ironía socrática y es clave en el ejercicio del método.

¿Qué es la actitud filosófica?


La actitud filosófica es la disposición humana superior de aceptación o valoración del conocimiento. Parte de la propensión natural del hombre por conocer la realidad, con una particularidad analítica, crítica, problematizadora, buscando el fundamento de los objetos, los hechos y las circunstancias que le rodean, y asumiendo una posición totalizadora.

El surgimiento de la actitud filosófica o las causas del filosofar, históricamente, tiene múltiples interpretaciones, entre ellas:

- “La pasión por la admiración es propio del filósofo” (Platón, Obra “Teeteto”)


- “La duda metódica es la condición de todo verdadero filosofar y la vía de la “certeza” ( Renato Descartes, Obra “Discurso del Método”)

- “Las situaciones límite hace que se tome el más profundo pensar” ( Karl Jaspers, Obra “Introducción a la Filosofía”).

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Filosofar


¿Qué es filosofar? Una actividad específica de la Filosofía es el pensar, y este término se perfila con otro verbo: “conocer”. El conocer es un principio propio de la ciencia y consiste en la aprehensión intelectual del objeto. El pensar, por el contrario, implica permanecer en las meditaciones, implica la atención al proceso. El filosofar, en este sentido, no tiene objeto, cuando se propone alguno, pensar en torno a él es la llamada reflexión. El pensar interfiere en esa actividad, introduce una cuña, contempla lo que hacen los demás y cómo lo hacen. La labor filosófica no tiene nada propio en que aplicarse. Por eso el pensar no se confunde tampoco con el obrar, si por ello entendemos la transformación de lo real material. El filósofo no transforma nada, excepto sus propios pensamientos. En una sociedad en la que todo el mundo cree intervenir en la realidad: políticos, científicos, periodistas, etc., incluso en una dimensión fundamental de la realidad, el filosofar no interviene en la realidad. El filosofar es contemplativo de la misma manera que la ciencia es neutral. Los filósofos se limitan a interpretar la realidad. 

Filosofar es una actividad sin supuestos. La mirada religiosa mira el mundo porque en él cree ver a Dios o la manifestación de cualquier otro poder distinto del humano. La mirada científica está mucho más hipotecada todavía que la religiosa, porque añade, a lo supuestos necesarios acerca de un objeto, los referidos a sus instrumentos. Frente a estas miradas, se halla la del filósofo, que sólo dispone de un ojo: el de la razón y la facultad de ver: pensar. El asombro es el origen de la Filosofía, la reacción más limpia de prejucios frente a algo radicalmente nuevo y desconocido. El filosofar toma esta reacción como punto de partida para proceder, porque pensar no sólo es registrar y el filósofo no se conforma con enterarse, desea entender. Y entender es rebajar el asombro sin que se altere nuestra capacidad de ver. Hubo un tiempo en que la actividad filosófica y la científica fueron juntas de la mano, compartían el mismo propósito. Pero la ciencia fue devorada por sus propias respuestas, en el instante en que decide cauterizar el asombro se convierte en una máquina de fagocitar realidad. Sin embargo, a la filosofía no le importa que las cosas se le resistan, no le importa permanecer siempre en un asombro que se renueva perpetuamente. La filosofía quiere descubrir cuál es el mecanismo que rige la realidad, la llave que abre la inteligencia del mundo, pero no se desespera por no hallarla. Esto sólo demuestra que lo que da que pensar excede con mucho lo que somos capaces de pensar.

Asombro, Duda y Situaciones Límite

:: El asombro :: Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste". Este espectáculo nos ha "dado el impulso de investigas el universo. De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales". Y Aristóteles.: "Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo." El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber. Busco el saber, pero el sabes mismo, no "para satisfacer ninguna necesidad común". El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo preguntando qué sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola.

:: La duda :: Una vez que he satisfecha mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas o en todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que sea percibido o en sí. Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada. La famosa frase de Descartes "pienso, luego existo" era para él indubitablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás, pues ni siquiera el perfecto engaño en materia de conocimiento, aquel que quizá ni percibo, puede engañarme acerca de mi existencia mientras me engaño al pensar. La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar. Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista a través de la duda misma el terreno de la certeza. Entregado al conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda como la vía de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en, mí, en mis fines, mi dicha, mi salvación. Más bien estoy olvidado de mí y satisfecho de alcanzar semejantes conocimientos.



:: Las situaciones limites :: A las situaciones límites reaccionamos, cuando nos damos cuenta realmente de ellas, con la desesperación y con la reconstitución: Llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser. Pongámonos en claro nuestra humana situación de otro modo, como la desconfianza que merece todo ser mundanal. Nuestra ingenuidad toma el mundo por el ser pura y simplemente. Mientras somos felices, estamos jubilosos de nuestra fuerza, tenemos una confianza irreflexiva, no sabemos de otras cosas que las de nuestra inmediata circunstancia. En el dolor, en la flaqueza, en la impotencia nos desesperamos. Y una vez que hemos salido del trance y seguimos viviendo, nos dejamos deslizar de nuevo, olvidados de nosotros mismos, por la pendiente de la vida feliz. Pero el hombre se vuelve prudente con semejantes experiencias. Las amenazas le empujan a asegurarse. La dominación de la naturaleza y la sociedad humana deben garantizar la existencia. El hombre se apodera de la naturaleza para ponerla a su servicio, la ciencia y la técnica se encargan de hacerla digna de confianza. Con todo, en plena dominación de la naturaleza subsiste lo incalculable y con ello la perpetua amenaza, y a la postre el fracaso en conjunto: no hay manera de acabar con el peso y la fatiga del trabajo, la vejez, la enfermedad y la muerte. Cuanto hay digno de confianza en la naturaleza dominada se limita a ser una parcela dentro del marco del todo indigno de ella. Y el hombre se congrega en sociedad para poner límites y al cabo eliminar la lucha sin fin de todos contra todos; en la ayuda mutua quiere lograr la seguridad. En las situaciones límites, o bien hace su aparición la nada, o bien se hace sensible lo que realmente existe a pesar y por encima de todo evanescente ser mundanal. Hasta la desesperación se convierte por obra de su efectividad, de su ser posible en el mundo, en índice que señala más allá de éste. :Reflexión: Dicho de otra manera: el hombre busca la salvación. Ésta se la brindan las grandes religiones universales de la salvación. La nota distintiva de éstas es el dar una garantía objetiva de la verdad y realidad de la salvación. El camino de ella conduce al acto de la conversión del individuo. Esto no puede darlo la filosofía. Y sin embargo, es todo filosofar un superar el mundo, algo análogo a la salvación. 48 Segundos de situaciones limites.

La filosofía como pregunta radical

Se dice que la filosofía es un saber radical – llamado también saber trascendente, meta-empírico o metafísico- precisamente porque trata de ir más allá de lo observable, del campo de la realidad natural y social o de la experiencia, para llegar no solo a la existencia sino también a la esencia de las cosas, de los objetos (reales e ideales), del hombre (como ser espiritual y no sólo biológico y social), del mundo terrenal (pero también celestial). Por eso se dice con sobradas razones y con mucho espíritu de justicia que “la filosofía comienza allí donde la ciencia termina”. 

El filósofo, en su permanente afán por conocer la esencia de las cosas o de todo cuanto hay en el universo, se ve obligado a plantearse preguntas y respuestas radicales. Al respecto, Juan Carlos González García, refiere en su “Diccionario de Filosofía” que “Una pregunta radical es aquella cuya respuesta sabemos que nunca nos va a satisfacer. Cuando nos preguntamos por qué existe algo en vez de nada, qué es el bien o qué es la felicidad, sabemos que no vamos a encontrar una respuesta que nos llene por completo” Y agrega: “A pesar de saber que nuestra pregunta no va a obtener una respuesta perfecta, la seguimos formulando como si nos viniera impuesta por algo más fuerte que nuestra voluntad. 

Podemos decir que una pregunta radical es aquella que necesitamos plantearnos de forma insoslayable. Una pregunta radical es aquella que aspira a una respuesta radical, a un conocimiento esencial de la realidad. Nuestro deseo de saber nos lleva a conocer lo real, lo verdadero, aquello que está más allá de las apariencias. Deseamos saber todo, cómo son ciertas cosas y por qué son así. Necesitamos explicaciones globales que reúnan de forma sistemática todas las explicaciones parciales. Esto nos conduce a pensar sobre el mismo pensar, a reflexionar sobre nuestra forma de reflexionar. La filosofía busca el fundamento de nuestro conocimiento, del uso de la razón. Es un saber sobre el saber”.

martes, 13 de septiembre de 2016

Origen de la Filosofía

El origen de la filosofía ha sido una cuestión controvertida a lo largo de la historia del pensamiento. Por lo general los filósofos griegos han considerado que la filosofía nace con Tales de Mileto allá por el siglo VII a. c., pero no se consideraba necesario explicar cómo se había producido ese surgimiento de una nueva forma de pensamiento. Sí parecía haber un común acuerdo en considerar la filosofía como la forma de pensamiento racional por excelencia, es decir, una forma de pensamiento que no recurre a la acción de elementos sobrenaturales para explicar la realidad y que rechaza el uso de una lógica ambivalente o contradictoria. Es a partir de la polémica que suscitan los filósofos alejandrinos durante el período helenístico cuando el origen de la filosofía comienza a convertirse en un problema. Y será a lo largo del siglo XX cuando se comiencen a encontrar respuestas explicativas de la aparición del fenómeno filosófico. 

A) La hipótesis del origen oriental. Los defensores de esta hipótesis mantienen que los griegos habrían copiado la filosofía oriental, por lo que la filosofía no podría considerarse una creación original del pueblo griego. Los primeros filósofos, sostiene esta hipótesis, habrían viajado a Egipto y Babilonia en donde habrían adquirido sus conocimientos matemáticos y astronómicos; lejos de ser los creadores de la filosofía habría sido unos meros transmisores del saber oriental que, en contacto con la civilización griega habría alcanzado un desarrollo superior al logrado en sus lugares de origen. Esta hipótesis la mantuvieron: - Los filósofos alejandrinos. En polémica con las escuelas filosóficas griegas, y con el ánimo de desacreditarlas, los filósofos alejandrinos ponen en circulación la tesis del origen oriental de la filosofía. - Los padres apologistas cristianos. Con intención polémica similar a la de los filósofos alejandrinos, los primeros padres apologistas del cristianismo, airean la hipótesis del origen oriental de la filosofía, hipótesis que posteriormente no será mantenida por la filosofía cristiana occidental. La cuestión que se debate es si existe esa supuesta filosofía oriental. Si asimilamos la filosofía a un discurso racional entendido como la imposibilidad de recurrir a lo sobrenatural para explicar los fenómenos naturales, y al rechazo de la contradicción, resulta difícilmente sostenible la existencia de una filosofía oriental. La cuestión que se plantea, pues, es la de determinar si esa astronomía y esas matemáticas orientales eran o no eran filosofía. Los estudios sobre el tema parecen indicarnos que no, que la astronomía babilónica tendía a degenerar en astrología, es decir, en arte adivinatoria; y que las matemáticas egipcias, lejos de alcanzar el grado de abstracción necesario para considerarse ciencia, no superaron nunca el estadio de unas matemáticas o de un saber práctico, generado al amparo de las necesidades de medición de los terrenos luego de cada una de las inundaciones periódicas del Nilo. ¿Qué hace que sea en Grecia donde se desarrolle la filosofía y no en cualquier otra zona de oriente? ¿Cómo explicar que, en una civilización concreta, se genere una forma de pensamiento nueva, en contraposición con las anteriores formas de pensamiento? ¿Cuáles son sus características? ¿Y cuáles eran las características del pensamiento anterior? Tanto los orientales como los griegos disponían de una mitología y de unas creencias religiosas similares. Y la estructura explicativa de las mismas es también similar. Un mito es un relato acerca de los orígenes, una narración, no una solución a un problema; puede referirse al origen del mundo, o al origen de un objeto particular, o de una clase específica de animales, etc. Al mismo tiempo que narra, sitúa al hombre en la realidad, le asigna un papel, una función, un sentido, por lo que adquiere también una función social: hacer inteligible el orden social

B) La hipótesis del origen griego. Según esta hipótesis la filosofía sería una creación original del pueblo griego. Nos vamos a centrar en las explicaciones de historiadores del siglo XX, de las que destacamos :

La explicación de J. Burnet. Es la llamada tesis del "milagro griego". Según esta hipótesis la filosofía habría aparecido en Grecia de una manera abrupta y radical como fruto de la genialidad del pueblo griego. Esta hipótesis prescinde de los elementos históricos, socioculturales y políticos, por lo que termina por no explicar nada, cayendo en un círculo vicioso: Los griegos crean la filosofía porque son geniales, y son geniales porque crean la filosofía. La mantiene en su obra "La Aurora de la filosofía griega", (1915). 

La explicación de F. M. Cornford. Defiende la tesis del desarrollo del pensamiento filosófico a partir del pensamiento mítico y religioso. Según esta hipótesis la filosofía sería el resultado de la evolución de las formas primitivas del pensamiento mítico de la Grecia del siglo VII antes de Cristo. 

Para Cornford existe "una continuidad real entre la primera especulación racional y las representaciones religiosas que entrañaba" de tal modo que "las maneras de pensar que, en filosofía, logran definiciones claras y afirmaciones explícitas ya estaban implícitas en las irracionales intuiciones de lo mitológico". En su obra "De la religión a la filosofía", (1912), Cornford explica cómo la estructura de los mitos de Hesíodo en la "Teogonía" se mantiene en las teorías de los primeros filósofos, rechazando éstos solamente el recurso a lo sobrenatural y la aceptación de la contradicción. Destaca la influencia educativa de Homero y Hesíodo en la constitución y posterior desarrollo de la civilización griega, y analiza también cómo algunos de los conceptos que serán fundamentales posteriormente en la filosofía, [ moira (hado, destino), diké, (justicia), physis, (naturaleza), ley, dios, alma, etc.] proceden directamente del pensamiento mítico-religioso griego. La explicación de J. P. Vernant, en su obra "Mito y pensamiento en la Grecia antigua", (1965), añade importantes elementos derivados del contexto sociocultural, político y económico de la época para explicar cómo este paso del mito a la racionalidad fue posible, y por qué se produjo en Grecia en lugar de en otra civilización de la época. La inexistencia de una casta sacerdotal, la figura del sabio, el predominio de la ciudad, la transmisión pública del saber, la libertad individual y el desarrollo de la escritura, hacen posible la puesta en entredicho de las explicaciones cosmológicas y su sustitución por una forma de pensamiento que no entrañe la creencia y la superstición propias de los pensamientos mítico y religioso. La estructura del mito hesiódico (en la "Teogonía") sirve de modelo según Vernant a toda la física Jonia, siguiendo a Cornford. En este mito, en efecto, la realidad se genera a partir de un estado inicial de indistinción, por segregación de parejas de contrarios que interactúan hasta acabar configurando toda la realidad conocida. Existen pues tres momentos fundamentales en el discurrir de la narración: 1) Se parte de un estado de indistinción del elemento originario. 2) De él brotan, por segregación, parejas de contrarios. 3) Conforme a un ciclo siempre renovado se produce una continua interacción de contrarios.